Hoy fui a dejar un pollo que mi madre crió en nuestro patio, lo fui a dejar a la casa de mi amiga Emilia, quien vive en pirque, mientras metía al pollo en su "cajita de transporte" vi sus ojos negros y profundos que me miraban con insistente deseo de familia, ojos que te hacen pensar que tan solo es una bestia que ve lo que limita su cerebrito de pollo, pero ven más que los ojos de mi abuelo...
La gente dice que cuando eres viejo te vuelves indefenso y muy débil, pero eso para mi es mentira, por que mis abuelos eran fuertes, comían como bárbaros, caminaban kilómetros de campos sabor a verano, te pegaban por que no eras fuerte como ellos y te hacían fumar para reírse de ti, eran unos viejos pillos que solo se comparan a la imagen de un toro que con sus cojones hasta el suelo derraman saliva y bañan de polvo a la gente que envisten con su furia. Pero ya no hay mas saliva ni hay mas polvo que levantar, su piel se ha convertido en papel picado, sus huesos no son los culpables, sus huesos de viejo siempre han sido los mismos, solo que ahora se recubren con ese papel picado que recibe enfermedades como tinta húmeda y espesa. Sus ojos miran al horizonte mientras sus piernas y sus manos buscan tocar algo que afirmar para no tambalear, pero no es por que sea viejo, ni por que sus huesos estén malos, es por que fue un bárbaro y quiso pelear como toro, pero nunca vio que sus ojos verían tan negro como el interior de la caja que transportaba a mi pollo.
Mi abuelo tomó mi mano y tropezó un poco, le apreté fuerte el puño como el lo hacía cuando yo quería escapar y correr por las piedras, lo guié por la puerta hacia afuera y lo hice subir al auto, sus ojos seguían mirando el horizonte sin fin, como buscando algo, buscando recuerdos donde el me subía a una carreta y me decía que animará a los animales a andar. Entonces solté un pequeña lágrima, mi padre me habló y yo me quede en silencio, escapé a cerrar la puerta tomé aire y me subí al auto.
En el espejo veía los ojos de mi padre, cansado de ver a su padre en el estado que estaba, cansado de ver que ahora era como un pollo encerrado en una caja oscura donde sus ojos profundos y sin sentido buscaban algún poco de claridad. Mi padre se dio cuenta que lo miraba pero ahora comenzó a conversar.
Cuando el pollo salió de la caja veía a su alrededor tanto verde que no lo podía creer, estaba tranquilo en los brazos de mi tía (la madre de mi amiga Emilia), estaba seguro y se sentía libre, por otra parte mi abuelo estaba dentro del auto, encerrado en su mente congeniando palabras e ideas de un viejo que ahora ya no puede salivar y tirar polvo como antes, ingeniando tristeza que solo su callada voz delataba, congeniando en su cabeza oscura, donde el polvo se levanta y nubla todo recuerdo que ya es trabajoso comentar. Mi abuelo no me toma la mano para retarme si no para que lo ayude a caminar, mi abuelo ya no es un toro.
La gente dice que cuando eres viejo te vuelves indefenso y muy débil, pero eso para mi es mentira, por que mis abuelos eran fuertes, comían como bárbaros, caminaban kilómetros de campos sabor a verano, te pegaban por que no eras fuerte como ellos y te hacían fumar para reírse de ti, eran unos viejos pillos que solo se comparan a la imagen de un toro que con sus cojones hasta el suelo derraman saliva y bañan de polvo a la gente que envisten con su furia. Pero ya no hay mas saliva ni hay mas polvo que levantar, su piel se ha convertido en papel picado, sus huesos no son los culpables, sus huesos de viejo siempre han sido los mismos, solo que ahora se recubren con ese papel picado que recibe enfermedades como tinta húmeda y espesa. Sus ojos miran al horizonte mientras sus piernas y sus manos buscan tocar algo que afirmar para no tambalear, pero no es por que sea viejo, ni por que sus huesos estén malos, es por que fue un bárbaro y quiso pelear como toro, pero nunca vio que sus ojos verían tan negro como el interior de la caja que transportaba a mi pollo.
Mi abuelo tomó mi mano y tropezó un poco, le apreté fuerte el puño como el lo hacía cuando yo quería escapar y correr por las piedras, lo guié por la puerta hacia afuera y lo hice subir al auto, sus ojos seguían mirando el horizonte sin fin, como buscando algo, buscando recuerdos donde el me subía a una carreta y me decía que animará a los animales a andar. Entonces solté un pequeña lágrima, mi padre me habló y yo me quede en silencio, escapé a cerrar la puerta tomé aire y me subí al auto.
En el espejo veía los ojos de mi padre, cansado de ver a su padre en el estado que estaba, cansado de ver que ahora era como un pollo encerrado en una caja oscura donde sus ojos profundos y sin sentido buscaban algún poco de claridad. Mi padre se dio cuenta que lo miraba pero ahora comenzó a conversar.
Cuando el pollo salió de la caja veía a su alrededor tanto verde que no lo podía creer, estaba tranquilo en los brazos de mi tía (la madre de mi amiga Emilia), estaba seguro y se sentía libre, por otra parte mi abuelo estaba dentro del auto, encerrado en su mente congeniando palabras e ideas de un viejo que ahora ya no puede salivar y tirar polvo como antes, ingeniando tristeza que solo su callada voz delataba, congeniando en su cabeza oscura, donde el polvo se levanta y nubla todo recuerdo que ya es trabajoso comentar. Mi abuelo no me toma la mano para retarme si no para que lo ayude a caminar, mi abuelo ya no es un toro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario